Albha Nungaray Campos
- cartografiaescrito
- 18 sept 2024
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 7 oct 2024
Los géneros que más utiliza son: poesía, literatura infantil, multimodal, y otro.

Albha Nungaray Campos es autodidacta, aunque hizo estudios de licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas en la UMSNH. Es lectora, tía y correctora de estilo. Hace chambas de cuidado y de cuidado editorial.
Fotografía personal de Albha Nungaray Campos
TEXTO LITERARIO
Memorama mancillado
Albha Nungaray Campos
Las vigas de la casa de mi abuela fueron el primer espectáculo que contemplé en la niñez. En ellas, los nudos de la madera dibujaban figuras que, antes de dormir, junto a mi madre intentaba interpretar. La contemplación era iniciada por ella para que me olvidara del frío y requería de coordenadas precisas. La cama, por el lugar donde estaba situada, coincidía verticalmente con la tabla que apodamos Ecuador, pues dividía por la mitad aquella habitación. “Desde Ecuador, cuenta tres tablas a la derecha y ubica la tercera mancha que está de tus pies hacia tu cabeza. ¿Ves que es una sirena recargada en una piña?”, decía mi madre a modo de indicaciones. Las mejores tablas para localizar hongos con duendes, ollas, cofres, flores y arcoíris eran aquellas cuyos nudos se distinguían por ser difusos, nudos extendidos como las ramas de las que fueron progenitores y que difuminaban su color marrón hasta alcanzar el tono propio del tronco que las vio crecer. Desde aquellas noches en las que la madera daba calor sin ser calcinada, toda mancha se me presenta como un asunto a descifrar. Las manchas son la memoria de los objetos y personas.
Aun la mirada menos minuciosa, si se detiene un poco, puede localizar manchas en cualquier sitio. Las hay por todos lados. Sobre mi mesa, por ejemplo, hay tres indicios del agua que penetró la madera; en el vaso de la licuadora, se puede observar la marca de una salsa de guajillo; en las paredes, el salitre y la humedad han formado un mar. Nada ni nadie puede permanecer impoluto, pues hasta la vajilla que mi abuela resguardaba en una vitrina, el día de limpieza, develaba, en una variedad de puntos negros, el recuerdo de su íntima relación con las moscas. La memoria es el tizne de una olla expuesta en el fogón.
Tiendo a recordar a las personas por sus manchas, por sus lunares. Mi madre tiene un lunar verde en el párpado izquierdo; mi hermano, uno peludo sobre el dedo pulgar de su mano derecha; mi hermana, una peca alargada en el cuello. Si alguna vez, en este país de muertos, tuviera que reconocer sus cuerpos en una morgue, buscaría sus lunares. No sus rasgos, no el diastema de mi hermano, no los labios carnosos de mamá, no las orejas grandes y mal perforadas de mi hermana; sólo levantaría la sábana en aquellos sitios que mi memoria sabe casa de aquellas manchas. Los lunares de mi familia son mis Pléyades de Tauro.
¿Quién en su sano juicio busca extirparse los recuerdos? Yo. Yo que llevo un conteo minucioso de mis lunares. Yo que acudí al dermatólogo para borrar la única huella de mi padre, un lunar sobre mi cuello. Después de media hora, el dermatólogo me dijo “ya está, se requirieron tres puntadas”. Tiempo después, una cicatriz. Las cicatrices, expuestas al sol, tienden a pigmentarse. La memoria, entonces, te alcanza, como las piedras de fuego que, según una leyenda, un día persiguieron al acelote hasta acabar con su piel inmaculada para recordarle que en el cielo hay estrellas fugaces y que, aun lo breve, marca.
Según Francis Bacon, la mancha es un accidente y este, cuando uno intenta comprenderlo, se convierte en imagen, como los nudos de la madera, que son siluetas de mi niñez; los lunares de la familia que son mi vida o como la cicatriz en mi cuello que representa todos mis intentos fallidos. La memoria, como mancha, es un accidente salpicado de todo.
Publicado en: Nungaray, Albha. (2022). Fanzine Yo me ensayaré. Colectivo Fuego, impresión independiente.
Trastornada
Albha Nungaray Campos
Monstruosa, amorfa y tuerta, pero mía, aunque indomable.
Fragmentaria
Sin rumbo
Miedosa y mentirosa
Laceración y cicatriz, una posibilidad para el dolor y el tacto.
¿Mi escritura o yo?
A veces escribo con los dientes, mandíbula con fuerza, a pesar de la falta de molares. Desconozco si mis palabras muerden o sólo gruñen, como el perro que se exalta si pasan junto a su portón y, después, se lame los genitales y las heridas. Tampoco sé si escribo con rabia o sólo con saliva. ¿Es esto un síntoma?
¿Mi escritura o yo?
Respondona
Chillona
TOC TOC TOC
Obsesiva
Desapegada
TOC TOC TOC
TOCándome la punta de la lengua
TOC TOC TOC
—¿Estás ahí?
—¿Mi escritura o yo?
Publicado en: Nungaray, Albha (2024). Trastornada. Disponible en: https://acortar.link/kzpJb9 (Consulta: 17 de septiembre de 2024).
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