Niurbis Soler Gómez
- cartografiaescrito
- 28 ago 2024
- 3 Min. de lectura
Los géneros que más utiliza son: poesía, cuento, literatura infantil, teatro y literatura para jóvenes

Chaparra, Las Tunas, Cuba. Poeta y narradora. Es Licenciada en Educación, en la especialidad de Español y Literatura y graduada de periodismo en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí, de La Habana, aunque también ha hecho locución, dirección y asesorías de programas de radio, así como ha escrito guiones de diversos espacios culturales y para la mujer y la familia. Es además asesora literaria y especialista de cine, especialidades por las que ha ganado diversos galardones en el país. Ha publicado los libros de poesía Ojos del cuervo (poesía, 2001), Mutaciones del espejo (décima, 2003).
Niurbis Soler Gómez
Y Estaciones o escapar al delirio (poesía, 2016), todos por la editorial Sanlope de Las Tunas, Cuba, así como Autos de duda (poesía 2020) por la editorial Primigenios. Su obra aparece, además, en diversos plegables, las Revistas Jácara (1997) y Quehacer (2002) y periódicos (26 y Juventud Rebelde (2005)), en el libro de reseñas La cuarta palabra (2009), en el de ensayo Hombres necios que acusáis (2001) y en las antologías Antología de la décima cósmica de Las Tunas (2001), Erodianas (2002), Que caí bajo la noche (2003), Confesiones de Circe (2004), Silvio, te debo esta canción (2004), Antología de la poesía tanática cubana (2007), Navegas, isla de oro (2009), Esta cárcel de aire puro. II Parte (2011) y La isla en versos. Nuevas voces de la poesía cubana (2012). Ha obtenido varios premios y menciones en concursos municipales, provinciales y nacionales, en los géneros de décima, poesía para niños y poesía y narrativa para adultos. Tiene inédito un cuaderno de poesía para niños, uno de narrativa de ficción y uno de décima, entre otros. Actualmente vive en La Piedad de Cavadas, Michoacán, México.
TEXTO LITERARIO
Círculos en acecho
Niurbis Soler Gómez
Sus ojos son de un demonio que sueña.
El cuervo. Edgar Allan Poe
No es tiempo de viajar en los espejos.
Hay un demonio
acechando la palidez del otoño.
Una cuerda en la espuma
disfrazando la nieve.
Hay una senda extraviada sin relojes,
que oscila con el peso del hechizo
y estremece la noche.
Vuelven las sombras
-figuras ebrias de luz-,
la oculta tentación despertando cuervos,
el roce en la ventana.
¿Dónde estará Dios
en esta hora de miserias?
Todo gravita al centro del plato
donde quedó el despojo.
No existen crucifijos,
para devolver tanto silencio a la ceniza.
Solo pupilas que alguna vez fueron alas, encienden la ira,
se aventuran por cuerpos renegados.
Solo ojos,
paradoja del miedo
en las curvas talladas por el viento.
Ojos inermes que recuerdan a los dioses.
Testimonio del suicida
Niurbis Soler Gómez
Todo pesa
cuando el grito se deshila
desde el polvo a la pupila.
Nadie es culpable.
La tristeza hizo un pacto con el silencio
y tensó al equilibrio.
Nada esconde el rostro,
solo un trago de luz
que se llevó el último suspiro.
Nadie es culpable,
si acaso la duda,
el miedo,
la inapetencia.
No busquen señales en el pecho.
Nadie fue testigo de la desesperanza.
Ninguno sabe de reproches,
ni del pedazo que se llevó la luna.
Si acaso culpen al reloj,
por no atesorar los segundos
para que fueran eternos.
Esos que hacen falta,
cuando la frustración
se alimenta del crepúsculo.
Nadie es culpable,
si acaso la soledad,
o esa impavidez
que se parece a la alegría.
No culpen a los ojos,
a las manos
que fueron cómplices de la amargura,
o quizás del deseo
de amanecer con ángeles,
en la proximidad del cuerpo.
Nadie es culpable,
solo la urgencia de escapar al delirio,
de no ser más una pose,
un final oscilando en el abismo
La cena proscrita
Niurbis Soler Gómez
La mesa está servida.
Encima del tapete
hay trozos de incertidumbre,
que se confunden con la tristeza,
como piezas de un puzle interminable.
No llegan los comensales.
Se han parado sus relojes,
y la cena fría,
se ha vuelto milenaria.
Una cuerda lejana oscila,
y se dilata en el adiós,
por tantos gestos.
Un terco horario convidó al banquete,
mientras el equilibrio
juega con la soga en la ventana,
y el cuerpo, de tan estirado,
ha perdido su sombra.
La mesa está servida,
y junto a la incertidumbre y la tristeza,
se ofrece también el polvo,
la rutina,
el desamparo.
En el centro del plato,
los despojos aderezan el mantel.
No van a llegar los comensales.
El banquete está servido.
En la mesa,
solo está sentado Dios.
Autos de duda. (2020) Editorial Primigenios. Primera Edición
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